La tía Carmen como cada día, se levantó temprano. Se peinó formando el moño con las manos, tan sólo enganchando unas horquillas. Se puso el delantal y su manteleta de lana porque aún hacía bastante frío en la casa. Su cara arrugada, nunca traslucía tristeza, al contrario. Cada día, desde que se mudó allí, cuando se casó su única sobrina, su motivación fue entregarse en cuerpo y alma a hacer fácil la vida a aquella familia.
Era sábado, las niñas no iban al colegio y sus padres ya habían salido. Un gran tazón de sopas de leche con pan duro y malta, la reconfortó y se puso a preparar todo lo que necesitaba para ponerse a cocinar. La tía se encargaba de todo y su sobrina, siempre bajo su supervisión, había aprendido a hacer alguno de los dulces que se preparaban en ocasiones especiales.
Un rayo de sol asomaba por una ventana de aquella bonita cocina desde la que se divisaba la sierra de Mariola todavía cubierta de nieve y el puente, al lado del cual, se levantaba la fábrica de Paduana. La gente ya iba y venía porque en aquellos años, el trabajo no faltaba. Desde la otra ventana, se veían los pequeños naranjos, bien cargados de frutos dorados. En aquella tierra no se cultivaban naranjos porque hacía demasiado frío. Estaban a casi cuatrocientos metros de altitud sobre el nivel del mar. Aquello era tierra de olivos y almendros, algarrobos y encinas centenarias… mucho frutal de secano, melones y sandías deliciosos. Pero ellos, tenían en el huerto aquellos árboles cuyos frutos ácidos, no hubieran sido valorados por nadie que viviera unos kilómetros más allá, sólo con descender el Puerto de Ollería.
Pensó en preparar un postre, pero era pronto para bajar a coger alguna naranja. Ella no necesitaba tijeras, la técnica del “tirón” no le era desconocida. Sabía arrancar el fruto de la rama cogiéndolo, mientras lo iba retorciendo para que saliera la naranja limpia. Daba igual que una parte se quedara en el árbol y que se viera su interior, una naranja ”despezonada” le servía igualmente. También era conocedora de que tenía que esperar a que se secaran las gotas de escarcha y que las naranjas estuvieran bien secas para que no se hicieran blandas. Disfrutaba aprendiendo, pero bien sabía, que aquellas naranjas, con tanto frío, no eran dulces ni lo iban a ser por mucho que las dejara madurar más tiempo.
Tras trastear un poco, empezó a oír a las niñas y cuando las invitó a bajar al huerto con ella, se apuntaron en seguida. Sólo la mayor, se quedó en la cocina con ella y la tía, con todo el cariño, le fue explicando cómo iba a convertir aquellas naranjas en un postre muy rico. En la casa también tenían almendras de cosecha y a todos cualquier receta con almendras les volvía locos.
A aquella niña, no se le ha olvidado aquel día de invierno, la luz que traspasaba los cristales todavía mojados por el rocío, el olor de las naranjas y las manos hábiles de su tía, explicándole poco a poco el postre que estaba inventando.
La receta que hoy publico casi no parece una receta, pero, aunque le he hecho unos ligeros cambios, forma parte de los recuerdos de mi tía abuela Carmen. La cocinera de casa, a veces se inventaba combinaciones que parecían extrañas, aunque era siempre muy fiel a su recetario familiar y de la zona. Tengo otras recetas suyas en el blog a las que tengo especial cariño.
Nosotros teníamos un huerto en el que había unos cuantos naranjos. Los pobres, con aquellas temperaturas tan frías, con heladas incluidas y nieve, no crecieron nunca demasiado, pero cada año, nos regalaban naranjas pequeñas y un tanto ácidas. Mi tía, como es de suponer, no había oído hablar de naranjas o mermeladas amargas, pero nunca las desperdiciaba.
Recuerdo perfectamente aquel día en el que se le ocurrió la mezcla y como nos gustó, la anotó en la libreta. Vi cómo trituró la almendra con un molinillo especial, la mezcló con azúcar y canela y la fue distribuyendo sobre rodajas de naranja que había sumergido en un almíbar previamente. Después, encendió el horno y la magia empezó. Unas naranjas muy ácidas, se transformaron en un bocado delicioso. En mi casa, hablar de dulce en aquella época era utilizar bastante cantidad de azúcar. Yo ahora, no podría comer nada tan dulce. Mis modificaciones de su receta han sido no sumergir las rodajas de naranja en almíbar y añadir una pizca de jengibre fresco. Por supuesto, al no tomar azúcar, he sustituido éste por azúcar de abedul y en muy poca cantidad.
Espero que os gusten.
Ingredientes
Del almíbar de naranja
- 300 g de zumo de naranja
- 150 g de azúcar de abedul o azúcar
De las naranjas
- 6 o 7 rodajas de naranjas grandes
- 70 g de almendra picada
- 20 g de azúcar de abedul o de azúcar
- 2 trozos de jengibre fresco de 1 cm aproximadamente (opcional)
- una pizca de canela por cada rodaja de naranja
- 1 almendra cruda por cada rodaja de naranja
Preparación tradicional
- En primer lugar, lavar las pieles de las naranjas. Cortar rodajas de un tamaño similar. El resto de naranja se reservará para otras elaboraciones.
Preparación del almíbar
- Si vamos a preparar el almíbar, exprimir el zumo de naranja y pesar la cantidad necesaria. Agregar el azúcar y remover.
- Cocer a fuego medio sin que llegue a hervir. Si se forma espuma por la superficie, ir desespumando para evitar que amargue.
- Es importante prepararlo e introducir las rodajas de naranja en seguida en el almíbar caliente. Mantener las rodajas unos minutos a fuego lento.
Preparación de las naranjas y horneado
- Picar en una picadora o robot, la almendra, el jengibre y el azúcar. A mí me gusta que no esté triturado en exceso. Como es poca cantidad, la TMX no es útil.
- Tanto si se han impregnado las rodajas de naranja en almíbar, como si no, es el momento de ir colocándolas sobre una bandeja forrada con papel sulfurizado.
- Verter la mezcla de almendra por encima de cada rodaja.
- Hornear a 170º unos 10 minutos o hasta que la costra esté dorada.
Notas:
- No hice el almíbar porque las naranjas eran para mí sola y no quería ni siquiera, prepararlo con azúcar de abedul. Me supieron a gloria, igualmente, pero os aconsejo que, si no tenéis problemas con el azúcar, preparéis la receta como mi tía.
- Se puede utilizar almendra molida pero a mí me gusta más picarla sin que se triture demasiado. Esto también es importante para evitar que la almendra suelte aceite.
- La corteza se hornea igualmente y si nos apetece comerla, no pasa nada, siempre que se trate de naranjas ecológicas o que hayamos lavado con un cepillo muy bien.
- Mis naranjas estaban muy dulces, por lo tanto, la cantidad de azúcar, es a vuestro gusto. El jengibre, si no os gusta, es opcional.
Bon profit!
Marisa la historia de tu tía abuela, me ha emocionado, creía estar leyendo un relato de una novela. Me encanta tu historia, no me cuesta imaginarte en aquella cocina con ella, pues yo misma tengo recuerdos similares de mi infancia, y como mi madre y mis tías hacían auténticas delicatessen con los pocos medios de los que disponían.
ResponderEliminarEstas naranjas me has gustado mucho, son fáciles de hacer y perfectas para un postrecito especial sin enredar mucho en la cocina, aunque las naranjas amargas ni se comercializan, aquí en Sevilla tenemos las calles llenas de naranjos amargos, que se ponen a rebozar en otoño de naranjas, que el ayuntamiento recolecta para venderlas para elaborar mermelada.
Seguro no me costará hacerme con algunas en cuanto llegue la época, ahora mismo los naranjos están pletóricos de azahar, inundando las calles con su perfume embriagador.
Me parece una opción más equilibrada no hacerlas con el almíbar, si las hago con naranjas dulces, de las que por cierto este sábado le han regalado a mi marido dos cajones con 20 Kg de la variedad Lane Late, que están para perder el sentido de buenas.
Besos y suerte con el reto. Que pases un buen fin de semana.
Preciosa entrada, Marisa. Casi puedo detectar la presencia de la tía Carmen en mi cocina. Cómo me has recordado a mi abuela, sólo que aquí no he visto nevar nunca excepto un año en Monserrat, y fue algo puntual. Tengo que revisar las recetas de mi abuela, que me has dejado nostálgica.
ResponderEliminarUn postre exquisito y original. Desde luego que con tía Carmen no os aburriríais comiendo.
Un besazo y feliz finde.
Hola Marisa, menuda historia nos cuentas hoy, que recuerdos y vivencias, yo también tengo unas cuantas pero no de cocina, en mi casa a nadie le gustaba la cocina, mi abuela era mala en ella y cocinaba lo justo para alimentarnos, y de esa mala cocina tengo grandes recuerdos, creo que mi hija heredó lo de familia mala en la cocina, soy yo la uni que se interesa por ella, los demás comen pero meterse en ella lo justo jeje. Estas naranjas han quedado maravillosas y mira con pocos recursos y un poco de imaginación la de cosas que se pueden hacer, me ha encantado tu historieta...Bess
ResponderEliminar¡Qué bonita entrada Marisa! Me ha pasado igual que a Concha y más parece el inicio de una novela que un recuerdo de la niñez. No costaba nada imaginarse en aquella cocina y hasta veía a través de aquella ventana los naranjos del huerto...
ResponderEliminarLa receta es increíble, has elegido muy bien para el concurso y si el helado me gustaba ¡estas naranjas no se quedan atrás! Te auguro la mejor de las suertes en este concurso ¡verás como no me equivoco!
¡Besos mil!
Hola guapísima !!!
ResponderEliminarSabía que hablabas de tu tía desde el primer momento, no es la primera vez que nos cuentas algo de ella y de sus ricas recetas. Preciosos recuerdos de infancia, que por cierto, no se borran de la memoria, permanecen vívidos como si hubieran ocurrido ayer.
Las naranjas que nos traes, simplemente maravillosas, un postre delicioso y nada complicado. Cada vez estoy más convencida que en el día a día comemos estupendamente, sin enredarnos tanto por falta de tiempo, pero sin faltarnos el sabor de una buena cocina.
Suerte en el concurso.
Besotes mi niña.
Marisa esto debe estar muy bueno, tiene una pinta increíble!
ResponderEliminarQue historia tan bonita Marisa.
ResponderEliminarLa receta me ha encantado, yo me suelo cenar algunas naranjas en rodajas con miel y algún fruto seco, así que esta receta de tu tía me ha encantado.
Un beso de maricacharros.
Querida Marisa nos has contado una bonita historia, nos has hecho recordar a nuestras abuelas y nuestras tías entre fogones, recuerdos de infancia que cada vez se aleja más de nuestra memoria. Sigue escribiendo, lo haces de maravilla. En cuanto a las naranjas seguro que estaban deliciosas con tu toque personal. Un beso y pasa un buen finde.
ResponderEliminarI loved reading your memories of your Aunt, Marisa, and what a lovely recipe! Your Baked Oranges look so delicious - what a gorgeous summer dessert! Pinned and sharing on our Hearth and Soul Facebook page!
ResponderEliminarUna historia preciosa. Creo que muchas podemos recordar alguna mujer similar en nuestras familias.
ResponderEliminarVoy aprobar las naranjas, deben estar buenísimas.
Una receta con grandes y bonitos recuerdos...las mejores!! y contada la historia a través de tus palabras emociona..
ResponderEliminarMe ha encantado la receta, los postres con fruta me parecen deliciosos!! Bs.
Mi querida amiga, que preciosa historia nos has contado de tu tia, me ha encantado leerla, al igual que su maravillosa receta que la pirndo hacer , jamas pensaba que las naranjas se podian meter al horno, me han encantado. Mil besicos Princesa
ResponderEliminarImpresionada por tu forma de escribir, de describir y de cocinar. ¡¡ enhorabuena por tu buen hacer gastronómico y felicidades por ésos cinco años publicando éste increible blog !!
ResponderEliminarUn cordial saludo desde "Mi Cocina".