Detrás de cada blog hay una persona y su vida, sus historias. Muchos de nosotros recordamos platos y los enlazamos directamente a las personas que nos los enseñaron. El de hoy también va dedicado.
Por circunstancias tristes de la vida, en mi último año de carrera, vine a vivir a la misma casa en la que sigo en la actualidad. Mi padre había fallecido y me encontré con un piso en Valencia, recién reformado y para mí sola. Una finca emblemática en la ciudad. Llegué con 19 años a esta bonita casa; mi madre la amuebló con el fin de que amigas vinieran a compartir la casa, pero a última hora, no quisieron y eso facilitó que mi objetivo, que a continuación explico, se viera cumplido.
En mi interior, tristeza, pero también una gran responsabilidad: encerrarme a estudiar e ir a por todas. En mi mente, el sabio consejo de mi padre: “Estudia mucho que tú puedes sacar un acceso directo”. Un año antes, ni me lo hubiera planteado porque me decepcionó comprobar que ir a la Universidad, en aquellas fechas, consistía en sentarse al sol con tal de no asistir a clases con muy poco contenido. Ni siquiera las clases de francés, mi especialidad, fueron de mi agrado. Dadas las circunstancias, seguí al pie de la letra su consejo que consiguió cambiarme la vida y hacer de mí una maestra con gran vocación por la profesión, al igual que la tuvo mi padre.
En esta casa empecé a cocinar por primera vez, recetas que había visto preparar, que tenía apuntadas, o en recortes. Mi primer arroz al horno, natillas, hervidos, alguna paella… y para mí sola. Sólo los "40 Principales" de la radio me acompañaban. El resto del tiempo era para estudiar mucho y disfrutar de una casa con vistas a un jardín interior en el que tan sólo se oía a los pájaros y jugar al fútbol a los niños.
La vecina de al lado en seguida se puso en contacto conmigo. Nos separaba un solo tabique y las ventanas estaban pegadas. Con sólo abrirlas, podíamos intercambiar todo. Un golpe en el cristal bastaba y en seguida, aparecía Berta, la que en poco tiempo quiso que la llamara “tía Berta”. Una mujer que entonces contaba ya con 66 años, de luto, nariz prominente, una peluca que a veces usaba, pintada “sin control”. Su voz era fuerte porque usaba un aparato para oír mejor. Tenía un caniche y es que Berta pensaba que pertenecía a la “crème de la crème” de la sociedad valenciana y nada más lejos de la realidad. Era viuda y tenía dos hijos muy diferentes que prácticamente pasaban de ella.
Era muy fácil congeniar con Berta y poco a poco, me fui enterando de su vida. Tenía una chispa especial, un toque de humor y una risa que te invitaba a reír. Vivía en un mundo hecho a su medida, lleno de fantasías, porque Berta se había estancado en el pasado, cuando a principios del siglo XX, vivía nada más y nada menos que en la preciosa Estación del Norte (Estació del Nord) ya que su padre era el Jefe de la Estación. Hablaba de bailes, fiestas, vestidos, pretendientes mil…
Después se casó con alguien, según ella, con mucho dinero y de muy buena familia (según yo, muy, pero que muy feo y con mucha cara) y nunca olvidaré cuando hablaba de que le era infiel con cualquiera, pero Berta, muy digna decía siempre: “Yo era la Catedral, las otras, sólo capillitas”. Me contaba hasta intimidades de lo más verdes y con ello demostraba, que la pobre, hacía lo imposible por mantener cerca a su huidizo marido.
Tía Berta, vivía alquilada en un piso sin reformar. Gracias a eso, pude descubrir cómo eran estas viviendas de origen; sus altos techos, sus suelos con preciosos dibujos, sus escayolas, la chimenea, el baño sin W.C., porque aunque os parezca extraño, en los años 30 estas casas tenían un baño con un W.C. al estilo francés, separado...
Pero Berta no era consciente de que su casa estaba hecha polvo; sus múltiples muebles, colocados sin ton ni son, se repartían por las estancias y ella disfrutaba de todo, hasta el punto de que tenía cucarachas de las negras por doquier, se reía y me decía: “Tengo la casa llena de seminaristas”. Todo lo tomaba a risa y a mí, la verdad, me hacía feliz compartir con ella tantos y buenos momentos, aunque fuera a través de la ventana. Un golpe que ambas ya teníamos como contraseña. No hacía falta abrir la puerta, ni llamar al timbre, hasta alguna vez, salté a su casa a través de la ventana.
Esas ventanas se convirtieron también en la puerta de intercambio de platos sencillos pero regalados a la otra con todo el cariño. Berta no tenía mucho repertorio, pero a mí me encantaba su tortilla falsa de pan. Golpe en el cristal y un plato aparecía. Con lo que yo estudiaba y con el poco tiempo que tenía, no veas lo que agradecía que me regalara algo y si era esa tortilla dulce con sabor a limón y canela, todavía más. Yo también disfrutaba “pasándole” por ese “torno” ficticio, cualquier cosa que hacía.
Tía Berta también me invitaba a ver la tele porque yo no tenía. Tiempo después, vino mi hermana Geles al piso y también ella formó parte del círculo con tía Berta. Fue tanto el contacto, que la tarde noche del golpe de Estado del 23 F estuvimos en su casa delante de la tele y oyendo los tanques circulando muy cerca, tan sólo a dos calles de casa. Pasamos mucho miedo.
Y como último recuerdo divertido de ella, su complicidad antes de casarme. Berta cosía y se ofreció a arreglarme dos camisones divinos que me compré. No veas la de risas y cachondeo. Le encantaba seducir y provocar y yo se lo puse fácil aceptando su propuesta.
Con el tiempo tuvo que irse de la casa porque sus dueños la querían ocupar. Aún así, como vivía cerca, recuerdo llevarle unas buenas cazuelas de arroz al horno y cualquier dulce que preparaba. El intercambio ya no era mutuo. Berta cada vez tenía más dificultades y por desgracia, la mejor solución para sus hijos fue ingresarla en una residencia y olvidarla.
Este es mi pequeño homenaje a tía Berta. He preparado su tortilla dulce de pan en mini raciones. Berta merece mi recuerdo porque su manera de entender el amor y la vida, era única y especial, a pesar de los pesares.
- 2 huevos medianos
- 180 g de leche (desnatada)
- 3 trozos de corteza de limón
- medio palo de canela
- 30 g de azúcar (o 30 g de azúcar de abedul )
- 80 g de pan blanco seco y picado
* azúcar y canela en polvo para espolvorear
* aceite de oliva virgen extra
* margarina para engrasar
* un aro de emplatar
Preparación en TMX
- Picar el pan. Pesar y reservar.
- Verter la leche en el vaso. Añadir el azúcar, la corteza de limón y el palo de canela. Programar, 4 minutos, 100º, velocidad cuchara, giro a la izquierda. Infusionar el pan en la leche.
- Separar la claras de las yemas.
- Batir las yemas con un tenedor.
- Colocar la mariposa. Verter en el vaso las claras. Programar, 3 minutos, velocidad 3 y ½.
- Añadir las yemas a la mezcla de pan y leche. Luego, añadir las claras a punto de nieve, con movimientos envolventes.
- Engrasar el aro con la margarina. Poner unas gotas de aceite en la sartén. Colocar el aro y verter cucharadas de la mezcla, tantas como deseemos que queden de gruesas, pero es preferible que no sean muy gruesas para facilitar el desmoldado.
- Cuajar la tortillita a fuego suave. Quitar el aro con cuidado y dar la vuelta a la tortillita con la ayuda de un plato.
- Repetir el proceso con el resto de la masa.
- Mezclar azúcar o tagatosa con la canela y espolvorear las tortillitas con la mezcla.
- Picar el pan. Pesar y reservar.
- Hervir la leche, apartarla del fuego.
- Añadir el azúcar, la corteza de limón, el pan y el palo de canela. Tapar y dejar reposar.
- Separar la claras de las yemas.
- Batir las yemas con un tenedor.
- Batir las claras a punto de nieve.
- Añadir las yemas a la mezcla de pan y leche. Luego, añadir las claras a punto de nieve, con movimientos envolventes.
- El resto, como la preparación en TMX.
Notas:
- La cantidad de leche puede variar porque yo he utilizado pan casero. El pan hecho en casa se esponja muchísimo más que el comercial y por eso, mi pan ha embebido en seguida la leche.
- La cantidad de azúcar o de tagatosa, también es a gusto.
- Lo mismo ocurre con el tamaño de los huevos. Al batir las claras a punto de nieve, conseguimos dar más cremosidad a las tortillas, pero si no tenemos tiempo, se puede añadir el huevo entero batido o un huevo y una yema.
- No es necesario utilizar un aro de emplatar. Lo he hecho para darle un toque especial. Es más trabajo y más dificultoso, pero queda más bonito, especialmente si se realiza para celebrar algo. Si no se utiliza, se cuaja la tortilla con toda la masa, como si de una tortilla salada se tratase tal y como la preparaba Berta. La suya era muy gruesa, por lo tanto, si queremos una tortilla más gruesa, aumentaremos proporcionalmente los ingredientes.
- Hay que tener mucho cuidado al quitar el aro. En primer lugar, hay que comprobar que ya ha cuajado lo suficiente la tortilla. Si no es así, se deformará. Se desliza con cuidado y se quita. Después, si ha quedado un poco deformada, se le vuelve a retocar la forma con la ayuda de una cuchara o tenedor de madera. Es muy importante engrasar bien el interior del aro antes de utilizarlo, lavarlo en cada uso, secarlo y volverlo a engrasar.
- Me ha costado mucho más escribir la entrada que hacer las tortillas.
Bon profit!
Junio, últimos días, fin de carrera. ¡A tope!
Dos años después en Alcoi. Tía Berta, mi hermana Geles y yo. ¿Quién soy? No cambiamos ni nada. Bien morena que estaba después de trabajar en Formentera
Pues no conocía este postre pero me ha entrado un antojo! Que bueno!
ResponderEliminarGracias Rosendo, espero que tu antojo se materialice.
EliminarQué gusto da leer tus entradas, casi casi una novela por entregas, me has hecho reir y llorar por esos recuerdos que nunca se olvidan, hoy tengo el día ñoño, me llevo una tortita a ver si me animo jeje. Besos.
ResponderEliminarChiquilla, pues ya somos dos. Yo entre la gripe que me visita por segunda vez en 15 días y la ñoñez, no veas lo que me ha costado publicar esta entrada. Hay demasiadas emociones recogidas. Y me quedo corta porque podría haber escrito mucho más. Gracias preciosa. Coge una tortillita y a animarse. besos
EliminarQué entrada más bonita Marisa, me ha encantado tu relato. Hay personas en la vida que nos dejan una huella que no se olvida, menos mal que viven en nuestra mente para siempre. Las tortitas de Berta habrá que probarlas, un abrazo.
ResponderEliminarGracias Rosa, para mí ha sido una de las entradas más entrañables. No se trataba sólo de recordar a Berta sino esa etapa tan dura y a la vez especial de mi vida, así como mis inicios cocinando. Besos
EliminarMarisa, que historia más tierna y contada con tanto cariño, hasta he visto a Tía Berta asomada a la ventana pasandote la tortilla. Para los que te conocemos un poco a ti a un trocito de tu vida, sabemos que esta historia te ha costado mucho escribirla, seguro que alguna lagrima se te ha escapado, a que si?
ResponderEliminarYo si se quien eres en la foto, la de la camiseta blanca seguro.
Por cierto ya he tenido a una Berta de vecina, pero si conozco es ta tortilla dulce, que esta rica de verdad.
Besos guapa y feliz Finde.
Ya sabía yo que te iba a gustar mi entrada porque me conoces bastante. Ha sido emotiva y sí me emocionaba escribir todo y eso que he resumido. Has adivinado perfectamente quién soy. Claro que tú me conoces en persona pero estamos hablando de una foto de hace muchos años. Gracias amiga
EliminarQue bonito todo lo que nos cuentas, unos recuerdos que nunca olvidaras.
ResponderEliminarLas tortillas me han gustado, las probaré, bs.sefa
Son bien sencillas de hacer y sin aro de emplatar, como una tortilla de patata, pero más fácil y sin ensuciar. Gracias Sefa. bs
EliminarMarisa, me ha conmovido la historia, la has contado tan bien, que casi te estaba imaginando en ese intercambio por la ventana, Desde luego Tia Berta, tenía que ser lo más.
ResponderEliminarPor supuesto que te reconozco en la foto, es la que esta de cuclillas a la izquierda de la foto y no me extraña que te haya costado escribir este post, más que la receta, a mi con esos recuerdos tan entrañables me hubiera costado igual.
Mi abuela me hacía unas tortillas parecidas y te puedo asegurar que no dejaba ni rastro, que buenas estaban, besotes
Sofía
Sí Sofia, era lo más, por un lado tradicional y por el otro de lo más abierta.
EliminarNo soy la de la izquierda, esa es mi hermana. Soy la de la camisa blanca, ja, ja. Besos
ayyyy Marisina, me iba a la cama y me enganchaste.Que suerte encontrarse a alguien tan especial!! esta receta merece un reto!!! jejej, bss
ResponderEliminarAyyy Marga, que te fastidié el sueño. Fue una suerte que duró años, pero ese primer año de soledad, independencia... fue especial.
EliminarMe dices que la receta merece un reto... NO me tientes que sabes que me meto y os meto en líos en seguida. bsss
Marisa me gusta la receta por lo fácil y porque se parece algo a los rellenos de leche que mi madre y después yo preparamos desde siempre, aunque ahora fuera de mi recetario habitual. La historia que acompaña es enternecedora. Un abrazo
ResponderEliminarMªJosé
Ya te escribiré por face para que me expliques esa receta de tu madre. Gracias por seguirme y ser tan cariñosa siempre. besos
EliminarDe las mejores historias que te he leido Marisa, me encantan!
ResponderEliminarEstudiar fuera, quiero decir, que te veas obligada a abandornar el domicilio familiar, curte mucho y da mucho juego a las experiencias. A mi me has hecho recordar experiencias y anécdotas. Vecinos que se convierten en parte de la familia, que te medio-adoptan y tú te dejas llevar, bufff cuantos recuerdos, creo que para escribir un libro.
Precioso tu post, de verdad!
B7ssss
Madre mía, no me he dado cuenta que he escrito "hecho" sin hache. Eso sí que es raro en mí, que soy una "perseguidora de faltas de ortografía",ja, ja
EliminarMarisa ,no se si me gusta mas la tortilla si la historia que nos cuentas ,que recuerdos mas guapos tienes de la tia Berta y seguro que ella de ti tambien los tendra .
ResponderEliminarBueno la tortilla dulce estupenda
besinos guapa
Candy, ella ya no está desde hace años, pero si desde donde esté puede saber que he escrito todo esto, estoy segura que se reirá. Gracias y besos
EliminarMe ha gustado mucho tu historia. La receta de tia Berta merece la pena compartirla. Un beso
ResponderEliminarGracias Mara por venir a compartirla con todos. un beso
EliminarEl pan dulce con huevo a mi también me gusta!!! y con limón y canela que bueno :=)
ResponderEliminarEres la de la camiseta blanca¿
Un saludito
Gracias Mijú, y si la haces con pan casero, todavía más rica. Bien!! has adivinado perfectamente quién soy. besos
EliminarBueno me ha encantado tu entrada de hoy. No solamente porque tú historia es muy bonita y siempre me gusta saber, o tengo curiosidad, por la vida de las personas que se esconden detrás de un Blog. Nos has trasladado a otra época de tu vida con una redacción impecable. Me ha encantado tu manera de escribir y contar todos los detalles. Acompañado con las fotos me parecen un trabajo de 10.
ResponderEliminarUnas tortillas estupendas, receta de las de antes, sencilla y de pocos ingredientes. Una maravilla de entrada la de hoy! Te doy mi sincera enhorabuena. Feliz domingo
Gracias Maribel, para mí un placer compartir la entrada y la receta contigo. En aquella época, aunque tuviéramos cámara, que yo la tenía, no acostumbrábamos a hacer tantas fotos como se hacen los jóvenes y no tan jóvenes, ahora. Tengo sólo una foto más con ella de ese día y está borrosa. Por suerte he podido colgar ésta, pero no tengo ninguna de nuestra rutina diaria en casa. Besets
Eliminarno se que es mas dulce, si la receta o la historia, seguro que tia Berta te queria como a una hija, me llevo esta tortillita que me ha encantado. Por cierto, aunque hayan pasado los años, tu hermana y tu teneis la misma carita, que a ella tambien la he conocido enseguida, un abrazo muy grande, Marisa!!
ResponderEliminarEstimada Cristina, tinc ja vergonya del temps que fa que no t'escric, però es que un dia per altre, no hi ha manera de que em pose. Gràcies bonica. Tu si que ens coneixes i ho acertes. b7s
EliminarMe ha emocionado tu relato, un delicioso homenaje para Tia Berta. besicos
ResponderEliminarGracias tocaya, se me ocurrió y he estado varios días dándole forma, pero nunca había manera de terminar el escrito. Nos vemos en marzo. besos
EliminarQue buenas esas tortillas! Y la historia es preciosa, gracias por compartir ese pedacito de tu vida! :) un beso!
ResponderEliminarGracias Julia, con lo joven que eres y las maravillas que haces a nivel de repostería, esta sencilla receta es para ti coser y cantar. Sí, es un pedacito de mi vida de cuando tenía un poco menos de la edad que tú tienes ahora, que eres de la edad de mi hijo. Muchos besos y buena semana
EliminarQue entrañable este post Marisa, a veces es difícil poner letra a los sentimientos, pero tú lo has conseguido muy bien.
ResponderEliminarEres la de la camisa blanca?
Seguro que estas tortillas dulces son todo un manjar y para ti con bellos recuerdos.
Besos.
Gracias Ana, me gusta y creo que me sale bien escribir sobre sentimientos vividos y en este caso, así y todo, no ha sido fácil. Sí has adivinado quién soy.
EliminarLas recetas sencillas a veces son un manjar y en este caso, para mí lo son. Muchos besos y buena semana
Qué historia más tierna de la tía Berta y esos platos de ventana a ventana... Es increíble, como el carácter de las personas cambia las cosas. Cómo hay personas que son capaces de enfrentar la vida con esa actitud tan tierna y tan fuerte al mismo tiempo...
ResponderEliminarHay muchas tías Berta olvidadas, demasiadas, que viven de sus recuerdos, en pisos desvencijados llenos de seminaristas, pero tienen tanta fortaleza, que nadie lo notará nunca.
Caray Ana, vengo justo ahora de "malcomentar" en tu blog. Estoy con gripe y hoy no es mi mejor día. Vuelvo al mío y está tu comentario. Parece telepatía.
EliminarTienes toda la razón. Lo que cuento ocurrió hace bastantes años y ahora, por desgracia, estoy segura de que hay muchas Bertas, pero con hijos y nietos adosados, no sólo con "seminaristas".
Cuando terminé de escribir y corregir mil veces el texto, que sepas que me acordé de los tuyos y me sentí bien- Gracias y muchos besos.
Madre mia que grande era la tia Berta y lo que calo en ti !! una historia con mucho encanto y muy especial como especial las tortillas que tambien nos hacia mi abuelita y que tan ricas estaban...Besss
ResponderEliminarSí que era especial, Esther, fue una etapa muy bonita de mi juventud. Entonces la adolescencia no duraba ni la mitad que ahora, pero yo es que creo que nunca tuve síntomas, a la fuerza ahorcan. Besos y buena semana
EliminarHoy me has emocionado amiga y no solo por tu historia de juventud, sino porque me vienen a la memoria cientos de Bertas Anonimas que he conocido a lo largo de mi vida, mujeres que habían sufrido en silencio tanto desdén y falta de cariño primero por su compañero y más tarde por sus propios hijos y aun así, no perdieron nunca su esencia de la vida y el buen humor, que sepas que aunque tengo recetas muy parecidas a esta, haré esta de "la tía Berta en su honor y en el de tu padre" que te enseño a ser como eres. muakkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkkk
ResponderEliminarMuchas gracias querida Pilar. Tienes toda la razón. Hay muchas mujeres, que sufrieron todo ese maltrato intentando darle a la vida un sentido y como tú bien dices poniéndole un tono de humor. En este caso, yo creo que esa actitud ella se la creía, porque se había creado ese mundo y eso la había hecho que su realidad le pareciera diferente. Y no he contado todo lo que recuerdo. Si haces la tortilla, seguro que con tu toque, estará deliciosa. Gracias por dedicárnoslas a los dos. Besos y buena semana.
EliminarMarisa me voy a la cama con una sonrisa!!!Preciosa historia me ha gustado mucho.. La tortilla seguro que muy rica un abrazo sol
ResponderEliminarQuerida M Carmen, me alegra hacerte sonreír y que te haya gustado mi historia. Un besazo
EliminarMe ha gustado todo en esta receta, desde el nombre, Berta se llama mi sobrina y me encanta y la tortilla, que nunca la he comido dulce y lo que mas, la historia, aunque por desgracia triste. Aunque tu, te encargaste de hacerla un poco mas feliz.
ResponderEliminarBesos maricacharros.
Muchas gracias María José. Nos hicimos felices mutuamente. La verdad es que ese año fue especial y también hubo muchos momentos bonitos en los siguientes que compartimos. Besos.
EliminarHola Marisa. Encantadora la que has escrito. la he leído de cabo a rabo jj. Casualidades de la vida, en esa calle y en esa finca vivió una de mis cuñadas. De hecho alguna vez paso por ahí para verla de nuevo, la casa jj, porque es todo un arte. Has hecho que afloren muchos recuerdos, Marisa. Algunos me tocaron muy de cerca jj. Unas fotos muy bonitas y una música preciosa. ¿Tu eres la del pelo más corto?
ResponderEliminarUna tortilla que sin duda te ha hecho recordar unos muy buenos momentos y que ha servido para conocerte un poco más. Exquisito bocado.
Un abrazo
Vaya casualidad que viviera aquí tu cuñada. No es raro porque con tantos años que tiene la finca, ha pasado mucha gente. Es singular y preciosa, o al menos para mí lo es. Me alegra haberte hecho recordar cosas que te tocaron de cerca. Soy la de la camisa blanca, junto a la balaustrada. Un abrazo
EliminarMe has hecho pasar un buen rato, qué historia tan bonita!! cuantos recuerdos.Las tortillas tienen que estar riquísimas. Un abrazo, Clara.
ResponderEliminarClara, me alegra haberte hecho pasar un buen rato leyendo la historia. Gracias por tu visita. Un beso
EliminarMe he emocionado Marisa, qué historia tan bonita y tan dulce. Me he quedado con ganas de más historias de la tia Berta, no puede acabar aquí ese relato. Si no hoy más tias Bertas, te las inventas! porque me conmueven, me gustan, disfruto leyéndote. La receta ha quedado en un segundo plano, volveré para leerla otra vez. Hoy solo quiero pensar en las tias Bertas del mundo.
ResponderEliminarGracias por este momento amoroso y dulce.
Me faltabas tú, querida amiga. Ya te he contado esta tarde lo que me dijeron, pero la verdad es que pocas recetas más de ella puedo escribir. Igual se me ocurre algo, porque entre la sugerencia de Marga y tu "pedido", ya hace un rato estaba pensando en algo. Ya veremos.
EliminarSí que es verdad que hay muchas tías Bertas en el mundo, no sólo en aquella época, también en la actualidad. Gracias a ti. Besazos
Marisa me ha parecido una historia muy sincera y cariñosa, antes las mujeres de esta generación veian normales ciertas conductas de sus maridos, eran sumisas a su voluntad pero al final conseguían que sus maridos siguieran con ellas por eso me ha llamado la atención que ella era la Catedral y las otras capillitas, seguro que era una gran mujer acostumbrada a dar lo mejor de ella misma, autentica, con valores, cosa que últimamente cada día se van perdiendo más, me ha emocionado mucho esta bonita historia, no me extraña que te costara más escribir que hacer la receta hay mucho sentimiento en cada una de tus palabras, y la receta sorprendente, me hubiese gustado mucho ir a la quedada para poder volver a vernos y pasar un buen rato un abrazo muy grande bst
ResponderEliminarQuerida Mª Antonia. Tienes toda la razón. Eran mujeres de esa generación y de otras que la siguieron, pero por desgracia, hoy en día, de otra forma, también existe ese tipo de maltrato. De hecho, sabrás que hay por ahí un libro que aconseja a la mujer "ser sumisa".
EliminarMe alegra que te haya gustado mi historia. Siento que al final, las plazas de la quedada se hayan ocupado tan rápido. A mí también me hubiera gustado que nos volviéramos a ver. Lo mismo ha pasado con Rosalía que tampoco va a venir.
Otra ocasión encontraremos. Un beso y buena semana.
Marisa , estos dias ando tan liada que apenas llego , pero no quería pasar mas tiempo sin venir a visitarte y me encuentro con una historia entrañable llena de cariño, de emoción, de sonrisas y también lágrimas, la vida misma que siempre nos juega jugarretas , pero a cambio , nos regala la dicha de conocer a personas como la tia Berta que dejan una huella imborrable en el corazón.
ResponderEliminarUn bonito homenaje y una receta maravillosa , no podía ser de otra forma.
Besinos y feliz semana.
No te preocupes Bego, a todos nos es imposible estar en todos los blogs cada vez que se publica, así que, todavía agradezco más tu visita y tu bonito comentario. Besos y feliz semana
EliminarMarisa, me ha encantado leer éste post que has dedicado a tia Berta y darnos a conocer un poquito más de ti y de tu pasado, he disfrutado muchísimo leyendote y me voy encantada con ésta exquisita tortilla dulce de la tia Berta que nos has preparado. Gracias!!!!
ResponderEliminarUn besazo
Muchas gracias querida Julia. Es una receta que muy bien podrías haber publicado tú, fácil y rápida, aunque yo la he complicado un poco con los aros. Un beso fuerte
EliminarEs una historia para crear un relato corto. Me he quedado embobada leyendo la historia de Tia Berta. Además de disfrutar conociéndote un poco mejor. Realmente ME HAS EMOCIONADO.
ResponderEliminarCreo que esta receta no se me va a olvidar nunca. Gracias por este momento tan bonito que has compartido.
Besos preciosa.
Querida Ruth, al no tener ahora moderación de comentarios por problemas insalvables con blogger, no me entero a veces de los comentarios que se publican en recetas anteriormente publicadas.Muchas gracias, es verdad que lo escribí y lo disfruté, a la vez que me resultó duro y emotivo. Un besazo
EliminarQuerida Marisa, he vuelto a leer tu entrada y me sigue enganchando letra a letra y palabra a palabra, es tremendamente gráfico y me emociona ihoy gual que el día que lo publicaste. Si además mi humilde comentario te dió un "impulsín" para tu magnifico reto, ufffff, me emociona, me gusta y BBSSeo jajaj, gracias querida acordarte de mí!!! te prometo que leo las instrucciones, jajaj, bsss
ResponderEliminarQuerida Marga. Me alegra y me emociona que te guste y te llegue este relato, tan especial para mi. Sí que es verdad que tu comentario, no en ese momento, sino después, me dio el impulso para ir poco a poco diseñando el Reto. Rosalía me dio el empujón final por otras razones y yo "cual bruja haciendo pócimas" lo decidí al final y creo que dará mucho juego. Gracias mil, eres un solete.
EliminarSabes que tus historias y recuerdos con esas tías que por sangre o por cercanía se forjaban me estremecen el corazón, por la gratitud tuya hacía ella, por esta bonita manera de rendir homenaje a ella y mantenerla viva con esas tardes al tocar el cristal y aparecer, para compartir historias y pedazos de vida. Ya he guardado estas tortillas ;) y gracias por esas fotos, guapa ayer y hoy!.
ResponderEliminarbesos
¡Qué bonito Post, y cuántos recuerdos entrañables para ti!
ResponderEliminarA veces he escrito algún post con fotos mías antiguas, pero al final me arrepiento y acabo quitándolas antes de publicarlas. Me ha gustado verte tan joven, aunque aún lo sigues siendo, por supuesto, no te estoy llamando vieja, jajajajaja...
Me ha encantado esta tortilla, es sencilla y fácil de hacer así que se me va acumulando el trabajo, pero que la hago, la hago, ¡ja, ja, ja!
Seguro tía Berta en su mundo de fantasía, se sentiría orgullosa de ver en la persona que te has convertido, no se puede ser mejor persona, y hacer un tributo más bonito a alguien que tanto cariño y compañía te dio en momentos tan señalados.
Ya sabes que me la llevo a #ElClubdelaTortillaPerfecta en cuanto la tenga publicada te aviso.
Un millón de besos, me ha gustado hablar un ratito contigo.
Buenos días Marisa!
ResponderEliminarAunque no te haya contestado en el blog, últimamente no me da tiempo a todo, sí he querido ver esta fantástica entrada, lo cierto es que en mi casa nunca se ha comido Tortilla dulce, por eso me sorprendió.
Seguro que esta está deliciosa, por los ingredientes me parece que sabe a torrija. ¿Me equivoco?
Y respecto a tía Berta te diré que me parece que fue fantástica, una persona que vivía en sus mundo y lo adornaba con la imaginación a pesar de los pesares.
Es triste que ya no queden personas así, ahora no conoces a tus vecinos por muchos años que vivamos al lado.
Me ha emocionado la historia y encantado la tortilla
Un besazo 😘
Bonita historia de vivencias tuvisteis con tía berta, la tortilla que le dedicas se ve muy rica!!
ResponderEliminarBesos