Tengo un Ángel en mi vida. Mi Ángel se fue un día de primavera sin hacer ruido. Yo acababa de cumplir 19 años y él sólo tenía 47. Mi padre, se llamaba Ángel y “su ángel”, siempre me ha acompañado, me ha guiado y me ha protegido.
Maestro de vocación, terminó sus estudios con 17 años. Trabajador incansable y emprendedor, apasionado por la vida y enamorado de su mujer, de sus niñas y de su trabajo.
Soy la mayor de sus cuatro hijas, por tanto, soy la que más tiempo estuvo con él, aunque no fue suficiente. Mis primeros recuerdos son de tenerlo a mi lado, acompañándolo aquí y allá, viéndole trabajar sin descanso. Era quien me sostenía cuando estaba triste, cuando algo no me salía bien, cuando una amiga se enfadaba conmigo sin motivo… El que, junto a mi madre, mantuvo viva la inocencia de los Reyes Magos para que ese día, fuera una de las celebraciones más importantes en la familia.
Fui creciendo de su mano, escuchando sus consejos, siempre con admiración y mucho respeto, aunque, tenía el genio corto y sólo decía una cosa tres veces por lo que yo, tenía que obedecer corriendo.
Cómplice de mis primeros amores y desamores; profesor de conducción cada mañana de domingo, bien temprano, por carreteras secundarias llenas de curvas, depositaba una gran confianza en mí, con paciencia y sin miedo a que la Guardia civil nos parara. Capaz de esperar horas en el coche a que yo terminara un examen, aguantando un calor insoportable. Madrugador incapaz de ir a ningún lado, sin venir primero a darnos un beso.
Me enseñó la importancia de la labor bien hecha, de la responsabilidad, del altruismo y de la generosidad. Amigo de sus amigos, siempre tenía la puerta abierta para quien lo necesitara.
Abrió en poco tiempo tres academias y un colegio. Autor de un método de cuadernos de cálculo, problemas, decimales… y caligrafía, demostró, ya en aquella época, su capacidad de innovar. Dejó huella en muchos de sus alumnos, orientándolos en la vida y laboralmente. Una injusta Ley de educación, la de 1970, cercenó sus ilusiones y provocó el fin de todo aquello por lo que había luchado. Una injusta Ley y una enfermedad que no le regaló tregua alguna, pero a la que se enfrentó hasta que perdió la batalla de la vida: La insuficiencia renal crónica.
Hace poco, alguien me propuso escribir sobre él, sobre su memoria, sobre su vida y sobre su muerte. No lo pensé mucho y empezamos un trabajo que me llenó de emociones, recuerdos y lágrimas inevitables.
El resultado fue este libro y el título, "Ha pasado un Ángel", expresa todo lo que siento. No es una biografía al uso puesto que han participado muchos de sus alumnos y maestros, quienes lo conocieron desde varios puntos de vista, de forma, que, entre todos, han construido parte de su personalidad, regalándome anécdotas que no conocía y confirmándome lo que ya sabía, mi Ángel, hubiera seguido evolucionando e innovando.
Mi padre era un maestro y hacía honor a su profesión, pero también, era una buena persona y por eso, el pasado 17 de junio del presente año, 2016, muchos años después de su muerte, unas cien personas, participaron en su homenaje. No hay mejor regalo que ese reconocimiento a su persona y a su labor, a su vida de lucha constante. Gracias al libro y al homenaje, su memoria, ha sido rescatada, tras muchos años en el olvido colectivo. Gracias de corazón.