El día amaneció muy frío. Me levanté sonriente y pasé el dedo por el cristal, dibujando sobre el vaho. Miles, tal vez miles de miles de gotitas de agua me recibían las mañanas de invierno y yo saludaba de este modo al nuevo día.
En aquella casa grande, aislada de todo y con una sola estufa, vestirse era un reto que cada día superábamos, sin queja alguna. Dicen, que cuando eres niño, la temperatura afecta menos, pero cuando pasar frío forma parte de tu vida, lo único que queda es el "baile de los saltitos" para entrar en calor: Saltito, camiseta afelpada, saltito, jersey de cuello alto, saltito, jersey grueso, saltito, braguitas, saltito, pantalones, saltito... me siento sobre la cama, me pongo los calcetines y los zapatos. Muchos saltitos para ir corriendo a la cocina a desayunar y entrar en calor. Lo peor era cuando tocaba ponerse falda.
Los primeros rayos de sol asomaban ya por la cocina. Sobre la mesa, las tazas de malta caliente para tomarla con trozos de pan duro y un buen chorretón de leche condensada. A mí me gustaba que la leche estuviera debajo y no remover el pan; de este modo, iba cogiendo trozos bien impregnados de aquel engrudo denso y dulzón. Cada bocado era placer mayúsculo y la malta, tan sólo la excusa para entrar en calor, aunque fuera por unos minutos. Si hubieran dado un premio a la más golosa de la familia, me lo hubiera llevado yo sin duda.
En la antigua mesa tocinera con tapa de mármol, dejaba el pan recién comprado. Abría el único cajón, sacaba un cuchillo e iba preparando los bocadillos. El mío, diferente a los demás, era mi favorito y el que más veces me llevaba al instituto. En casa teníamos olivos y en el aceite poco refinado de la aceitera, se notaban las bolitas blancas muestra de su congelación poco homogénea.
Abría el trozo de pan y vertía como podía el aceite, extendiéndolo para que fuera entrando en calor. Cuando lo conseguía, sacaba de la alacena el paquete de chocolate en polvo e iba esparciendo una buena capa por encima de la miga hasta que se empapara y quedara de color marrón muy oscuro. El pan ya olía a gloria. La operación final era mi secreto mejor guardado. Espolvoreaba por encima azúcar y después una lluvia de sal fina. Cerraba mi bocadillo, lo envolvía en papel de estraza y soñaba con que llegara el momento de comérmelo. ¡Qué asco! hubieran dicho algunos.
En clase, la profesora o profesor de turno, explicaba o ponía ejercicios. Aún no era la hora del recreo, pero mi barriga rugía pidiendo a gritos, empezar a disfrutar de la delicia que tenía colocada estratégicamente en el cajón del pupitre.
El ritual de la mañana al preparar el bocadillo iba a continuar en unos segundos. La niña tímida que estaba sentada al final de la clase, había adquirido una práctica insólita y a su vez, tentadora. Poniendo una cara angelical, bajaba la mano y con destreza y disimulo, iba cogiendo pellizco a pellizco trocitos de pan, llevándomelos a la boca y masticando cuando nadie miraba desde el estrado. Cada bocado era el culpable de ansiar el siguiente y así, hasta que no quedaba ni una miga. El otro placer no confeso, saber que ni siquiera la compañera que se sentaba a mi lado, me descubrió nunca.
En esos dedos que servían de pinza, quedaban restos de aceite y chocolate, pero, no recuerdo nada más que lo rico que estaba mi bocadillo de aceite, chocolate, azúcar y sal.
Estamos a 16 de Octubre, de nuevo en Thermofan celebramos el Día Mundial del Pan, WBD (World Bread Day 2019). En 2006 se celebró por primera vez y yo no participé hasta seis años después. Desde entonces, he intentado hornear pan para este día. Todos los que publiqué, los tenéis al final.
He querido hacerle un homenaje a aquellos bocadillos, para mí inolvidables y escribir con cariño mis recuerdos. Como siempre, dándole vueltas a la cabeza, convertí mi pequeño bocadillo en uno gigante, pero para repartirlo con todos los que seguís mi blog, que para eso estamos de celebración.
La idea fue, conseguir un pan recio, pero esponjoso a la vez; añadí aceite a la masa, pero no al chocolate, que se derrite y se impregna de éste. Mi cabeza últimamente se despista y en vez de utilizar una harina panadera, eché mano, sin darme cuenta, del paquete de la harina de sémola rimacinata (una harina de trigo duro italiana). ¡A lo grande! La verdad es que no me arrepiento en absoluto. Tras el proceso de elaboración y el horneado, la miga quedó esponjosa y con un sabor diferente, delicioso.
El chocolate en polvo utilizado es sin azúcar y no me pasé añadiendo mucho, pero no hay problema y os aconsejo que seáis mucho más generosos, especialmente, si lo van a comer niños. Utilicé el mismo molde que en el Pan relleno de mermelada choco-cerezas. Os invito a ver las fotos, porque seguí el mismo paso a paso para enrollarlo. Éste es más sencillo porque la mermelada es más espesa y cuesta más formar el cilindro.
Disfrutemos del pan casero y celebremos el día y todos los días.
Disfrutemos del pan casero y celebremos el día y todos los días.
- 300 g de agua mineral
- 4 g de levadura seca de panadería o 10 g de levadura fresca
- 1 cucharadita de azúcar de abedul o azúcar (opcional)
- 500 g de harina de sémola rimacinata o harina panadera (El Amasadero)
- 2 cucharaditas de sal (opcional)
- 20 g de aceite de oliva virgen extra + un extra
- chocolate en polvo (sin azúcar)
Antes de empezar…
- chocolate en polvo (sin azúcar)
* Molde pan antiadherente Ibili 30x15x10 cm
* 2 hojas de papel sulfurizado
* Tapiz silicona para bizcocho enrollado 31,5 x 26,9 x 0,9 cm
Antes de empezar…
- Mojar con agua las dos hojas de papel sulfurizado, escurrirlas bien y colocarlas dentro del molde. Si son moldes pequeños, utilizar una hoja para cada molde y cortar lo que sobresalga demasiado. También se puede untar el molde con mantequilla o con aceite.
- Poner en el vaso el agua, la levadura y el azúcar. Programar, 2 minutos, 37º, velocidad 1.
- Añadir la mitad del aceite y la harina de sémola rimacinata. Programar, 2 minutos, velocidad espiga. Comprobar si la masa es grumosa y si es así, agregar el resto del aceite. Programar 3 minutos, velocidad espiga (sin cubilete). Nuestra masa tiene que estar lisa y homogénea y se despegará de las paredes.
Preparación tradicional
- Pesar y poner la harina de sémola rimacinata en un bol. Formar un hueco en el centro.
- Poner el agua tibia y la levadura desmenuzada en un bol. Esperar a que se disuelva y mezclar bien. Dejar que repose unos minutos.
- Ir vertiendo la mezcla de agua y levadura en el hueco poco a poco y no toda de golpe. Mezclar con la mano hasta que se incorpore totalmente.
- Añadir el aceite y la sal. Amasar de nuevo hasta que esté integrado a la masa y ésta esté lisa y homogénea.
Formado, leudado y horneado
- Pasar la masa a un bol untado con aceite y tapar con un paño húmedo o una bolsa de plástico grande para evitar las corrientes de aire. Dejar en reposo durante 1 hora.
- Pasado el tiempo, la masa habrá aumentado de volumen. Hacer pliegues del borde hacia el centro, dar la vuelta al bol y repetir la operación. Volver a tapar el bol y dejar reposar 1 hora más.
- Repetir la operación 3 veces tras 1 hora. Es decir, al final, habrán pasado 3 horas en las que podremos hacer otra cosa.
- Después de cada reposo de 1 hora y los plegados, la masa habrá aumentado de volumen y estará mucho más manejable.
- Colocar la masa sobre el tapiz y extenderla con cuidado. Extender por encima el chocolate en polvo dejando 1 cm desde el chocolate a los bordes de la masa. No tengáis miedo y abusad más que yo del chocolate.
- Para enrollar la masa, seguid el paso a paso del Pan relleno de mermelada choco-cerezas si utilizáis el tapiz. Si no tenéis tapiz, podéis utilizar una hoja de papel sulfurizado húmedo. El papel, puede ayudar a colocar el pan en el molde y para hornearlo.
- Colocar el pan dentro del molde con el borde de sellado hacia arriba. Estirar poco a poco para que quede mejor sellado, pero dejando un agujero en el centro.
- Pintar la superficie con agua con cuidado.
- Precalentar el horno a 200º. Introducir el molde en el horno y programar, 10 minutos, calor abajo. Después, 30 minutos, calor arriba-abajo. Si se tuesta demasiado la superficie, bajar la temperatura a 180º o tapar el molde.
- Sacar el pan con cuidado del molde y colocarlo sobre una rejilla.
Notas:
- La harina de sémola rimacinata le confiere al pan un color amarillento, diferente sabor, también. Podéis utilizar otra harina de fuerza o harina panadera. Igual tendréis que adaptar la cantidad de líquido, dependiendo de la absorción de la harina.
- El pan es grande, se corta en rebanadas y congela a la perfección.
- No olvidéis que el aceite de oliva tiene que ser de calidad. Se nota en el resultado.
Bon profit!
Felicidades panarra, a mi también me inspirado un bocadillo, pero mi historia es mucho más reciente, por eso no me ha dado para un cuento tan bonito.
ResponderEliminarY otra coincidencia, me encanta desde pequeña el pan con chocolate, también con aceite de oliva y me da igual si van juntos o separados!
Un beso grande y disfruta del día
Qué bonito relato Marisa! Dan ganas de ponerse un bocata así ahora mismo y comérselo a pellizcos. Un buen homenaje al pan el que nos traes hoy. BSS linda!
ResponderEliminarLa historia me ha enganchado de principio a fin, no me recuerda la mia porque yo desayunaba pan frito con azúcar, el pan con chocolate era la merienda, pero tampoco llevaba aceite, supongo que son costumbres de cada lugar. Para celebrar el día del pan nada mejor que uno casero tan rico como éste, de los que se saborean a cada bocado y no apetece que se terminen, que bien desayunaría con él. Un gustazo visitarte esta mañana, bueno, y siempre.
ResponderEliminarUn beso.
Qué bonitos recuerdos, sin lujos, pero llenos de felicidad porque ya era un lujo disfrutarlos y ahora cuando vuelven a nuestra mente nos hacen sonreír.
ResponderEliminarY qué decir del pan que nos traes hoy para recordar esos tiempos pasados, se ve delicioso.
Besos.
Una entrada preciosa.. quins bonics records!
ResponderEliminarM'has fet recordar que la meva mare ens posava la roba a escalfar al voltant de l'estufa de llenya i ens vestia a propet d'ella!
Me guardo la teva recepta...no tardaré gaire en ferla.
Petonets!
Olga
Marisa, puede ser el comienzo de un buen relato, descriptivo, bien construido, precioso relato de tu niñez, me he quedado con ganas de más, mucho más. He visto esa niña saltando y agitando los brazos, he visto esa mesa tocinera y el papel de estraza esperando ese manjar. Muy bonito este relato corto.
ResponderEliminarTu pan maravilloso y veo con sorpresa que el relleno de tu bocadillo me encantaría, el aceite de oliva virgen verde verde me vuelve loca.
Una receta que me guardo y además así tengo a la mano todas las otras recetas de pan y que todavía no he podido leer.
Mil besos, amiga, sabes que admiro mucho a la gente que escribe y que lo hace tan maravillosamente como tú.
Mil besos en este día del pan, yo no me acordé y publiqué ayer como bien sabes, quiero publicar lis martes y no liarme demasiado.
Más besos.
Que historias tan bonitas nos cuentas.
ResponderEliminarEs genial tener un bocadillo personal.
Me sale la profesión,_lo siento_ tú que te cuidas tanto por el problema de la asimilación con los azúcares el pan blanco es una mina en azúcares simples.
Un saludito
Yo comía un peazo pan con unas onzas de chocolate dentro...Los recuerdos van unidos a los sabores o viceversa.El caso es que plasmaste muy bien tu bocata. besinos wapa
ResponderEliminarHola Marisa!!
ResponderEliminarQué bonita entrada con recuerdos que estremecen.
Creo que todos nos hemos criado con un bocadillo que hoy en día se recuerda con cariño. Yo me acuerdo del que me hacía mi madre con plátano jeje. Y como olvidar el del chocolate o el pan frito rebozado en azúcar. Lo bueno todo eso es que lo quemábamos en correr y saltar.
El pan se ve estupendo, ya sabemos que para las masas tienes unas manos de oro. La harina toda una novedad para mí. Muy interesante ;)
Un beso preciosa!!
Hola, te he estado imaginando todo el tiempo, miestras leía tu historia... A mí también me trae bonitos recuerdos el pan con chocolate, ese pan con onzas de chocolate dentro que a veces mi madre o mi abuela me calentaban un poco para que se derritiera. Ummm, qué rico. Y no te cuento el pan con aceite y azúcar, ainssss, aún recuerdo el aroma de aquel pan para desayunar antes de marchar al cole.
ResponderEliminarCon este pan creo que me atrevo, no lo perderé de vsta. Mil besos!!!
Marisa , que maravilla , como me gusta el pan casero y este se ve buenísimo
ResponderEliminarbesinos
Una delicia... y me ha encantado tu historia. Yo de cuando era pequeña recuerdo que mi madre esperaba en la calle a que pasase la panadera para coger el pan fresco y hacerme el bocadillo, me lo envolvía con mimo y aun estaba crujiente cuando me lo comía. Mis días preferidos eran en los que sobraba un trozo de tortilla de patatas de la cena jajaja. El pan era barra de leña gallega... aun que ahora se lo llaman a cualquier cosa con un poco de harina por encima.
ResponderEliminarYo odiaba los días de lluvia fuerte y viento, el paraguas acababa dado vuelta y aun que mi madre me hacía llevar un cambio de calzado en una bolsa la verdad es que el resto del cuerpo acababa calado de agua.
Tu pan con chocolate aceite es demasiado tentador... no me extraña que lo pillases antes de tiempo a escondidas. Un beso grande y buen fin de semana!
Qué historia más bonita Marisa y qué bien contada. Y el pan espectacular, con un aspecto buenísimo, no me importaría nada probar un poquito, pero tendrás que invitarme porque el pan sigue siendo una de mis asignaturas pendientes.
ResponderEliminarBuen fin de semana.
Marisa, sé que llego tarde, pero entre preparar el viaje y organizar las visitas, esta vez tampoco he podido preparar la receta. Según te estaba leyendo, sentía hasta el frío jajaja. Yo tengo una receta escrita con mi propia historia y te asombrarás con que mí recuerdo es tan parecido al tuyo, que aunque no somos de la misma edad y nos hemos criado en distintas provincias, parece que nos conociéramos de toda la vida.
ResponderEliminarEl pan, ummmmmmm. Siempre me ha gustado el pan recién hecho con aceite y azúcar, y para la merienda, pan con chocolate. Así que me apunto, de haberlo sabido, allí que me presento a merendar.
Yo uso ése tipo de harina sobre todo para hacer la pasta fresca.
Reconozco que la he probado varias veces para hacer pan, pero yo he usado la fermentación lenta, en frigorífico, de 48 horas y me ha gustado el resultado. Distinto, pero muy rico.